En la adolescencia son nuestros mejores complices, les encanta el juego de “que no se entere mi madre”, porque se sienten especiales para nosotros.
Pero llega el final, empiezan a apagarse, a sufrir y todos nos olvidamos de eso.
Ya no es el complice, es un estorbo, nos molestan sus ayes.
Te miran suplicandote cariño, es lo único que necesitan, pero pensamos : que pesado! siempre con la misma cantaleta , no tiene otra cosa que hacer?
Su cuerpo ya no es ese rollizo que nos encantaba que nos achuchara y nos diera besos infinitos, es un cuerpo deteriorado y lleno de llagas que a todos “nos da cosa mirar” porque somos demasiado “sensibles”.
Con un solo beso y abrazo son los más felices del mundo, no necesitan más.
¿ Qué es eso comparado con todo el cariño que nos han dado ?
Tienen derecho a morir rodeados de cariño, el mismo que nos han dado siempre sin pedir nada a cambio.
A mi abuela, sentada a sus pies veo como se apaga y lo único que pide es que le coga la mano, no necesita más para este viaje, viaje en el que se lleva mis mejores recuerdos y la persona más especial de mi vida.Ella.